lunes, 25 de mayo de 2009

Mandalas...


La palabra mandala es de origen sánscrito y su significado es círculo sagrado o mágico. Ha estado presente en diversas civilizaciones, culturas y religiones: en el budismo, en el hinduismo, en los aztecas, en los mayas, en los navajos, en los pueblos nórdicos, en la cábala, en los rosetones de las catedrales, etc.

El mandala esta formado por un punto-centro y una línea exterior limitadora. Simbólicamete, el punto-centro somos nosotros y la línea exterior es el cosmos. Nosotros formamos parte del cosmos y el mandala en definitiva es la representación de este. En el cuerpo humano el centro, físicamente, se encuentra situado en le ombligo. No por ello el resto de nuestro cuerpo es menos importante. Nosotros podemos llevar nuestra atención a otros puntos, igual de importantes, ya que el cuerpo es un todo junto a la mente y al espíritu, y no debemos tratarle por partes aisladas.
El mandala es un proceso en el cual se ejercita la mente, en un primer momento buscando la información proveniente de nuestro interior para luego analizarla, en segundo lugar se ordenan las ideas que en su conjunto forman dicha información, y por último mediante la meditación la mente descansa y se halla en paz con las ideas. En resumidas palabras: se estimula, se organiza y se libera. Hay dos formas distintas de realizarlos: desde el exterior hacia dentro o desde el interior hacia fuera. Esto conlleva 2 significados distintos.

Cuando nosotros comenzamos a realizar un mandala, consciente o inconscientemente, desde el centro hacia fuera, estamos expresando hacia fuera nuestras emociones, es un trabajo de exteriorizar lo que sentimos, nuestras alegrías, dudas, sueños o miedos. De algún modo nos desahogamos. Y por el contrario iniciando el mandala desde fuera hacia dentro, igualmente consciente o inconscientemente, estamos buscando el equilibrio interior, organizar nuestras ideas, profundizar en nosotros mismos, de este modo entramos a un nivel más espiritual, buscando nuestro centro (nos centramos).

La forma del mandala, puede tener cualquier forma pero la más habitual utilizada es el círculo. Nuestros antepasados lo representaban ya con esta forma, en sus pinturas y bajorrelieves. El motivo por el cual se suele trabajar con un círculo es por que este está estrechamente relacionado con nosotros y con el mundo en el que vivimos. Está vinculado con el proceso de la vida, de la naturaleza, de la energía, del tiempo, de las estaciones, nuestro sistema solar, el movimiento de la tierra y el de la luna, etc. Nuestras vida esta llena de ciclos continuos. Hasta la rutina de cada día es un ciclo formado de acciones ordenadas dentro de un tiempo de forma determinada.

El círculo es una línea continua sin principio y sin final, con un infinito número de puntos todos equidistantes de otro punto externo a él y situado en su interior llamado centro, esto presta a pensar tanto en el equilibrio como en el orden. Sin embargo nuestro círculo no tiene por que ser regular ya que lo que buscamos es expresar nuestras emociones internas o encontrar nuestro centro. En ambas, es importante dejarse llevar y plasmar lo que queramos. No sirve de nada encarcelar estas emociones en una forma que no las corresponde y las ahoga.

El significado dependerá de los símbolos, de los colores, del modo de comenzarlo y de acabarlo. Podemos utilizar símbolos que evocan la naturaleza, el amor, la paz,…, algún mantra o símbolo de equilibrio como el “yin-yan”. En cuanto a los colores los podemos utilizar para relajar, para aumentar nuestro nivel de espiritualidad o para optimizarnos.

Un buen momento para realizar un mandala sería:
Después de un sueño al despertarnos, después de una sesión de meditación o como desahogo en un momento de estrés o de tristeza.

El mandala se debe realizar durante el tiempo que se este produciendo la emoción y se utilizara cuando esta se repita. De esta forma reuniremos unos cuantos y cada uno será para una situación determinada. El mandala puede servir para analizar los sentimientos, cuando este se realiza en un momento emotivo, debido a que es el inconsciente el que trabaja. Y se puede también utilizar para la meditación cuando este haya sido realizado con un fin, para alguna situación de la que ya somos concientes, la cual se produce de forma reincidente. En el caso de analizarlos debemos fijarnos en el equilibrio del mandala, por ejemplo comparar el lado izquierdo, respecto de nosotros, del lado derecho; si uno es mas grande que otro o si está más ordenado o de que color hemos rellenado las formas de uno y otro lado. Teniendo en cuenta que el lado derecho representa el presente y el futuro y por el contrario el lado izquierdo el pasado.

Figuras comprimidas, irregulares o colores oscuros son la proyección de nuestra visión negativa. Colores claros, formas regulares con espacio entre si por el contrario proyectan nuestra visión positiva. La intercalación entre elementos grandes y pequeños muestra un estado de equilibrio. Ante todo el mandala es una forma de enfrentarse a la emoción, al dolor mental y físico, es un intento de buscar y encontrar respuestas, con lo cual la sinceridad con nosotros mismos es fundamental, no debemos intentar engañarnos y debemos dejar fluir nuestra mente, y así poco a poco asimilar lo que se plasma dentro de nuestro mandala. Debemos poner nuestra atención e intención a lo largo de su creación. “Después de todo, la pintura se ha de hacer tal como uno es” Juan gris.

El tamaño se debe tener en cuenta en el caso de realizarlo de fuera hacia dentro ya que puede ser que nos quedemos escasos o nos sobre espacio hasta llegar al centro. Cuando lo realizamos del centro hacia fuera el límite aparece espontáneamente. En rasgos generales, un mandala pequeño transmite timidez y falta de autoestima. Mientras que uno grande es todo lo contrario, muestra un carácter extrovertido y a nuestro alter ego. El tamaño mediano muestra y proporciona equilibrio entre estos dos polos.

Como en todo trabajo artístico las posibilidades son infinitas en cuanto a materiales a utilizar y a la base sobre la cual vamos a trabajar. Podemos realizarlo a mano alzada con lo cual conseguimos un trabajo de expresión o con reglas y plantillas de forma que sería un método de organizar ideas y emociones. Los lápices de colores y rotuladores son las técnicas más fáciles y más accesibles en el caso de querer plasmar con rapidez, después de un sueño, la información, ya que esta se suele desvanecer pronto. Las temperas, acuarelas, lacas, cuentas, bolitas de papel, en el caso de tener tiempo es un trabajo detallista, que va a mostrar fielmente nuestras emociones.

Te recomiendo este sitio :http://www.mandalas.com

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